La leyenda

Symmachia era una simple mariposa.
Diminuta.
Minúscula.
Tan insignificante que nunca nada se hubiese sabido de ella a no ser por el afortunado día en el que fue a parar al jardín de la princesa Er-hina.

Sentadita en un banco, al lado de las flores, estaba la princesa llorando.

- ¿Que te ocurre? .- Pregunto Symmachia. .- ¿Por qué estas triste?

- Algo le pasa a mi mamá. Lo sé, aunque nadie quiere decirme que es.- Contesto Er-hina. – Mi padre, el rey, ha mandado a los criados que cuiden de mí. Que este aquí en los jardines y que no entre en el palacio. Hoy no he visto a mi mamá y eso es muy extraño porque siempre es ella la que me despierta, y además, todos iban con caras tristes y corriendo de un sitio a otro… creo que algo le pasa a mi mamá. Pero no sé que es.

- No te preocupes – respondió Symmachia – Quédate aquí. Yo me enteraré de lo que ocurre.

Symmachia recorrió el jardín, los largos pasillos de palacio, se asomó por todas las ventanas y se coló por cada puerta que encontró entreabierta, hasta que al final llego a los aposentos de la Reina.

Symmachia

La encontró tendida en la cama, con la tez pálida y los ojos cerrados, respirando con dificultad. Vio a otras personas que susurraban entre las sombras y se acerco hasta ellos para escuchar.

- No creo que pase de hoy. – oyó decir a uno.

- Está muy enferma. Muy débil. Ahora sólo un milagro puede salvarla.

Symmachia voló hasta posarse en una mesita cerca de la cabecera de la reina.

No podía dejar de hacer. Tenía que pensar. Rápido. Tenía que buscar una solución. Se lo debía a su amiga la princ

esa.

Tomó una determinación y salió volando por la ventana dirección al bosque, a encontrarse con otras mariposas.

Estaba bien claro que ella sola no podía. Necesitaba la ayuda de sus amigas.

Llegó volando a uno árboles donde solían jugar otras mariposas.

- Escuchadme. Escuchadme. – Gritó Symmachia. – Tengo noticias. Necesito vuestra ayuda. La Reina está muy e

nferma. Los médicos dicen que ya nada se puede hacer.

Tenemos que ayudar a la princesa Er-hina.

- ¿Y como? – dijo una pequeña mariposa de tonos anaranjados.

- ¡Uy. Si! Pero que podemos hacer.- Exclamo otra que se acercó curiosa.

Cada una de vosotras debe buscar a otras… una sola mariposa no puede hacer nada… unas poquitas… pueden hacer bien poco… muchas… muchas mariposas pueden obrar el milagro que necesita la Reina.

Cada mariposa salió en busca de otras, y a cada una que encontraba en su camino le relataba lo que ocurría y le contaba de la urgencia de su misión.

Así pasaron todo el día…

El sol estaba a punto de ocultarse y había comenzado a refrescar. Una criada fue a cerrar las ventanas de la habitación de la Reina

, cuando de pronto se quedó con la boca abierta, sin creer muy bien lo que sus ojos veían.

De todas partes, de más allá de las montañas, de los valles, surgiendo de entre los árboles, cientos, miles, millones de mariposas de todos los tamaños y colores volaban presurosas hacia palacio.

Al momento los aposentos de la Reina se llenaron de los colores del arco iris reflejados en las alas de las mariposas y un aire tibio producido por su vuelo lo invadió todo.

Volaban y volaban alrededor de la Reina. Ante los ojos absortos de todos los que allí estaban.

Y de pronto ocurrió.

De pronto el sol se detuvo durante un momento y miró hacia allí, encantado con lo que estaba viendo.

Y de pronto se obró la magia y todo se lleno de luces y de un brillo extraño que lo invadió todo y…y entonces… y entonces la Reina abrió los ojos.

El color había vuelto a su rostro… la vida estaba en su mirada.

- ¿Donde está Er-hina.?  Traedme a Er-hina . –

Un lacayo salió corriendo, presuroso en busca de la princesa, pero no tuvo que recorrer mucho trecho porque la niña estaba allí. Al lado de la puerta. Con lagrimas en los ojos… pero con lagrimas de felicidad.

Corrió a abrazar a su madre. Fuerte. Muy fuerte.

- Tuve miedo mama. Tuve mucho miedo. Creí que no volvería a verte… pero menos mal que Symmachia me ayudó.

- ¿Symmachia? ¿Quien es Symmachia.? .- Dijo la Reina.

- Una amiga, mamá. Una amiga que suele convertir los deseos es realidad..- Dijo Er-hina mientras miraba a una pequeña mariposa que se había posado sobre un cojín que estaba al lado de su madre.

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